LA CAIDA DEL MUNDO ANTIGUO
El inicio de la guerra de los mundos de la cual el hundimiento de la Atlántida no fue sino su última batalla apocalíptica, se dio en edades tan remotas que se hallan más allá de los límites y de la comprensión del tiempo actual.
Antes de que todo empezara sucedió que a través de la ventana de Venus los divinos llegaron al universo del Demiurgo. A consecuencia de esta situación, resultó el estallido de un terrible conflicto entre el espíritu divino hiperbóreo y el mundo, ya que sus naturalezas son antagónicas. De resultas de aquél primigenio combate, hubieron espíritus hiperbóreos que quedaron atrapados en el mundo de Jehová. ¿Por qué los guerreros hiperbóreos decidieron “caer” en el mundo de muerte de Jehová?. Los guerreros hiperbóreos han venido a esta realidad ilusoria (la Creación de Jehová) a luchar por la Vida y liberar al mundo de la Muerte. Se hace por ello siempre preciso renovar fuerzas y ayudar a los camaradas que aún se hallan sometidos a la ilusión de Maya y su entramado laberíntico.
Situémonos ahora en tiempos del cataclismo que supuso el final de la civilización atlante: tras una serie de guerras la Atlántida fue fatalmente destruida por una catástrofe planetaria en la que se utilizó armamento de terrible poder destructivo.
Aquella humanidad era una civilización planetaria en la que se dio una escisión entre dos bandos enfrentados cuyos principios se fundamentan en el espíritu hiperbóreo los unos y en el mundo de la materia los otros; no fue un enfrentamiento entre simples mortales sino una guerra entre mundos antagónicos e irreconciliables en la que entraron en juego elementos esenciales, realidades paralelas, dioses, deidades y toda suerte de seres espirituales, astrales y de otros mundos. La guerra se inició en el cielo y finalmente, acabó descendiendo y alcanzando la superficie de la tierra misma involucrando a la humanidad en una guerra de los mundos en la que fueron empleadas armas poderosísimas que, como decimos, produjeron una destrucción casi total de la vida sobre el planeta.
Como consecuencia del uso de armas nucleares, biológicas y otras, quedó un paisaje dantesco de ruinas humeantes sumido en el caos, la enfermedad y las degeneraciones genéticas. Multitud de especies animales y vegetales desaparecieron y todo el planeta estaba envenenado por la radioactividad y otros agentes perniciosos. A lo largo del mundo los pocos supervivientes humanos del cataclismo planetario se refugiaron en cuevas.
Por su parte los divinos construyeron por diversas partes de la tierra toda una red de miles y miles de kilómetros de túneles subterráneos comunicados entre sí y que conducen a un reino subterráneo conocido con el nombre de Agartha. También edificaron ciudades y fortificaciones en las cumbres y altiplanicies más elevadas de la tierra donde los efectos de la radioactividad y otras secuelas de la guerra eran menores. Eran estos centros iniciáticos donde los divinos hiperbóreos mantuvieron el contacto ayudando al hombre en el proceso de divinización. Otros divinos partieron en sus vimanas hacia otros planetas y hacia Venus, planeta cuya rotación tiene sentido retrógrado, es decir, inverso al resto de los planetas. En la ciudadela megalítica de Tiahuanaco, en el altiplano boliviano, su Puerta del Sol tiene tallado en piedra un calendario venusino.
Pasaba el tiempo tras el cataclismo atlante y poco a poco, la vida en la tierra fue adaptándose a la nueva realidad, poblándose esta de inmensos bosques, selvas, sabanas, desiertos, oasis… donde la sombra de los animales y las criaturas salvajes de la tierra acecha arrastrada por la necesidad mortal de devorarse unas a otras en la lucha por el alimento y la supervivencia.
Como decimos, en ese tiempo los hombres vivían en cuevas y las mutaciones genéticas y degenerativas provocaban terribles enfermedades y malformaciones. Sobre la tierra el mundo divino había sido desterrado y el humano común así como toda la “Creación”, actuaba según el programa informático-biológico y anímico del logos-razón de Jehová. En este estado de cosas el humano superviviente del cataclismo planetario involucionaba hacia estados cada vez más degradados.
Pero, como hemos visto, no toda la tierra estaba sometida al reinado de Jehová y a su “programa informático”, sino que en unos lugares los dioses habían edificado ciudadelas y centros chamánicos de alta magia sobrenatural donde algunos iniciados continuaban en el trabajo por transmutar su naturaleza mortal en divina.
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