Hay algo en el hombre que no ha sido creado por el dios creador: el Espíritu Eterno. El Espíritu ha sido traído de afuera, de otro plano, de otro mundo, y por tanto no pertenece a este mundo. Ha sido agregado al compuesto de cuerpo y alma que era el hombre animal antes de la venida luciférica, para hacerle funcionar eficazmente, conseguir adquirir un Yo y en su consecuencia evolucionar, porque el hombre anterior creado por el Dios creador constituía un engendro sin autoconocimiento ni consciencia ni yo. Pero el Espíritu luciférico ha sido puesto allí contra su voluntad, se encuentra encarcelado en la materia. Y entonces es el Espíritu lo que se rebela, no  contra su creador, el Dios Incognoscible del que procede,  sino que contra quien en realidad se rebela es contra su carcelero y aprisionador. En su consecuencia el hombre luciférico tiene el deber de oponerse sistemáticamente al que le oprime y le explota para su beneficio, y su función fundamental en esta vida es rebelarse y eventualmente desencadenar y liberar a ese Espíritu con el que se identifica: el Lucifer interno.

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